"El capitalismo de la posguerra era (...) un sistema
'reformado hasta quedar irreconocible' o, en palabras del primer ministro británico (...) una versión
'nueva' del viejo sistema.
Lo que sucedio fue mucho más que un regreso del sistema tras una serie de
'errores' evitables en el período de entreguerras, a su práctica
'normal' de
'mantener tanto ... un nivel de empleo alto como ... disfrutar de un índice de crecimiento económico no desdeñable' (...) En lo esencial, era una especie de matrimonio entre liberalismo económico y socialdemocracia (o en versión norteamericana, política rooseveltiana del New Deal), con préstamos sustanciales de la URSS, que había sido pionera en la idea de planificación económica. Por eso la
reacción en su contra por parte de los teólogos del mercado libre fue tan apasionada en los años setenta y ochenta, cuando a las políticas basadas en ese matrimonio ya no las amparaba el éxito económico. Hombres como el economista austriaco Friedrich Von Hayek (1899-1992) nunca habían sido pragmáticos, y estaban dispuestos (aunque a regañadientes) a dejarse convencer de que las actividades económicas que interferían con el
lassiez faire funcionaban; aunque, porsupuesto, negasen con sútiles argumentos que pudieran hacerlo. Creían en la ecuación
'mercado libre = libertad del individuo' y, por lo tanto, condenaban toda desviación de la misma como el
Camino de servidumbre, por citar un libro de 1944 del propio Von Hayek. Habían defendido la pureza del mercado durante la Gran Depresión, y siguieron condenando las políticas que hicieron de la edad de oro una época de prosperidad, a medida que el mundo se fue enriqueciendo y el capitalismo (más el liberalismo político) volvio a florecer a partir de la mezcla del mercado con la intervención gubernamental. Pero entre los años cuarenta y los setenta nadie hizo caso a esos guardianes de la fe."
Fuente: Historia del siglo XX. Hobsbawn, Eric, edit. Crítica 1995. Pág. 273.